¿Cuánto pesan las expectativas en la inflación?

Hace años que cada vez que me encuentro con Lito, un gran amigo, discutimos exactamente lo mismo: ¿¿Cuánto viene por expectativas?? No por reiteración el tema pierde vigencia; ni tampoco relevancia. Dados los extraordinarios niveles de inflación con los que venimos conviviendo desde hace casi 10 años, el rol de las expectativas podría –y parecería- ser clave. Y más aún ahora, a las puertas de un (gradualista) programa anti-inflacionario.

Lo divertido de las charlas es que cada uno tiene su posición bien marcada: para mi, las expectativas pesan poco y nada; para él, mucho y todo. Cuando empezamos la discusión, hará unos 8 años, las posiciones eran aún más extremas; pero como buenos contrincantes ambos fuimos tendiendo hacia el centro. Hoy en día, diría que para mi las expectativas pesan no más del 30%; para Lito, no menos del 70%.

En lo que sigue, voy a defender mi posición de que las expectativas pesan realmente poco, muchos menos de lo que se dice. Para eso, muy simplificadamente (y sólo para el propósito de nuestra discusión), podemos pensar que la inflación depende de (1) las expectativas inflacionarias más (2) la solidez del plan económico -el cuál podemos pensarlo en términos de consistencia entre las variable económicas “fundamentales”, tanto fiscales como monetarias (tasa de interés, tipo de cambio, emisión monetaria, déficit fiscal, niveles de deuda, etc).

Dejando de lado el factor suerte, que nunca hay que subestimarlo, podríamos decir que la inflación viene bien por expectativas, o bien por manejo económico. Expuesto de este modo la pregunta es clara, si vemos que la inflación sube 30%, ¿Cuánto viene por expectativa y cuanto por factores económicos ?

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Basta de ideologías

Dejemos de enfrentar un neoliberalismo que no existe contra un populismo que todo lo puede. Dejemos de hablar de la devaluación que se viene y del tipo de cambio que no sabemos cuál es. Dejemos de contraponer una integración comercial anti-industria con un proteccionismo que no desarrolla. Dejemos de quejarnos del pasado que nos robaron y de lo mal que estamos. Dejemos de discutir sobre el ajuste que nos espera contra la inflación que no nos deja. Dejemos de mirar el dólar que no se vende y las reservas que no se encuentran. Dejemos de enfrentar la libertad que nunca sobra contra la equidad que siempre falta.

Basta de hablar de izquierda ó derecha; de empresarios ó trabajadores; de grupos concentrados ó pequeños productores; de intereses nacionales ó financieros; de mercados regulados ó libre comercio; de sistema de reparto ó de capitalizaciones; de aerolíneas publicas ó privadas; de petrolera nacional ó extranjera.

Los próximos días la gente va a hablar del dólar, la inflación, el ajuste, la devaluación, las importaciones, las reservas, los impuestos, shock, gradualismo. Todas cosas secundarías. Todas cosas que mas-menos, mejor-peor, se van a solucionar. O se van a estirar. Qué importa.

El tema sensible son las instituciones. La base desde donde todo crece y sin la cual nada se establece.

¿Vamos a recuperar la transparencia? ¿Vamos a saber cuál es el nivel de pobreza? ¿Vamos a saber como evoluciona la calidad educativa? ¿Volverán a funcionar las comisiones parlamentarias? ¿La justicia recuperará su rol de contrapeso democrático? ¿Conoceremos los ciudadanos los acuerdos que firman nuestros gobernantes? ¿Seguirá siendo la corrupción el modo imperante de relacionarnos? ¿La impunidad seguirá siendo una moneda de cambio? ¿Seguirán siendo privilegiados los amigos de gobierno? ¿Los cargos se elegirán por sometimiento o por aptitudes? ¿Dependerán las provincias de los favores al gobernante de turno?

Tenemos que dejar de hablar de pequeñeces (shock-gradualismo) y también de boludeces (populismo-neoliberalismo). Los valores matan las ideologías; las instituciones imperan las políticas; la república espanta los despotismos.

Basta de hablar de economía, ideología y chantería. Hablemos de valores, instituciones y república.

Cambiemos.

Nosotros Cambiemos.

 

Ideologías 4

 

 

Causalidad en tiempos de Excel: la relación entre emisión e inflación

Cada hoja de Excel está diseñada para procesar 17 billones de datos (17 mil Columnas x 1 millón de filas). Estando la posibilidad de poder abrir más de mil hojas por archivo, estaríamos hablando de que cada documento Excel es capaz de procesar una cantidad de datos mayor a 17.179.869.184.000. Ciertamente es una cantidad de datos impensable, que nos aleja de la problemática tradicional de: “Faltan datos” y nos enfrenta a la nueva problemática: “¿Y con todos esos datos qué hago?”

Una primera respuesta, quizás la más interesante, haya sido la siguiente: “Juguemos”. Utilicemos las nuevas herramientas para relacionar datos que de otra manera nadie lo hubiera hecho. Así comenzaron a surgir algunas relaciones que hasta ahora habían pasado por inadvertidas, como por ejemplo: la gran correlación entre venta de calzoncillos y crisis económicas; la curiosa relación entre importación de petróleo estadounidense y el consumo de pollo; o mi preferida, la estrecha correlación entre la nacionalidad de los premio nóbeles y el consumo de chocolate.

Hasta ahora nadie se había metido con esos temas, estimo que no tanto por cuestiones “teoréticas” sino más bien “pragmáticas”. Antiguamente, cuando se decía “es difícil procesar tantos datos” se hacía referencia a una dificultad fundamentalmente práctica, ya que se necesitaban cientos de hojas, biromes, espacio, orden y sobre todo gente (que no solo registre los datos, sino que también los pueda operar -sumar, restar, dividir, hacer funciones, etc). Hoy en día ese problema desapareció. Con las nuevas tecnologías, la cuestión técnica ha sido superada. La dificultad paso ahora al lado de la teoría, y el gran problema a abordar gira en torno a qué conocimiento relevante -útil- podemos obtener con tantísimos datos.

El problema de la Causalidad.

Las divertidas correlaciones que están apareciendo ponen sobre la mesa un viejo debate filosófico que podemos llamar como el problema de la causalidad. Si bien las discusiones en torno a la noción de causalidad son amplias, el uso de las nuevas herramientas de datos recrudecen el conflicto entre correlación y causalidad, y cada vez más en las discusiones académicas -aunque también en las cotidianas- suele escucharse la inexorable distinción: Correlación no es Causalidad.

Para ponerlo en términos simples, la correlación hace referencia a que dos eventos ocurren en simultáneo, mientras que la causalidad implica algo más: indica que uno de esos eventos está causando/generando al otro. Así, cuando uno observa correlación entre A y B (por ejemplo, el canto del gallo y la salida del sol), en principio no sabe si (1) es A el que causa B (El canto del Gallo causa la Salida del Sol), si (2) es B el que causa A (La salida del Sol hace que cante el Gallo), o si (3) hay un tercer factor C (la posición de la tierra) que está causando A y B (la posición de la tierra hace que cante el gallo y, a su vez, que salga el sol). Es decir, vemos que A y B se comportan en sintonía, pero no sabemos si A→B, si B→A, o si  C→A y C→B.

Si bien parece tratarse de un problema netamente teórico-filosófico, la verdad es que tiene grandes consecuencias para la aplicación del conocimiento. Siguiendo el ejemplo, si alguno de nosotros quisiera un día de frío y creyera que la correlación entre la salida del sol y el canto del gallo se debe a que la causalidad va desde el canto del gallo hacia la salida del sol (cantan los gallos → sale el sol), seguramente estaría pensando en cómo silenciar a todos los gallos del pueblo . O bien, si a partir de la gran correlación entre el consumo de chocolates y los premio nóbeles alguien viera causalidad, muy posiblemente comenzaría a incluir el chocolate en su dieta diaria (just in case, yo ya empecé).

Ups, sospecho que con estos ejemplos tan triviales no se aprecia la relevancia del problema, así que vayamos a un tema que nos preocupa un poco más: el insoportable fenómeno de la inflación.

Emisión e Inflación.

Aunque ya nos resulte habitual, hace largos años que en Argentina vivimos bajo un fenómeno económico bastante atípico: todos los meses aumentan los precios. Lo curioso de la situación es que mientras existe un gran consenso de que la inflación es un problema, hay a la vez una gran discusión (aunque quizás solo sea en Argentina) en cuanto a su origen: ¿se debe a la emisión monetaria, a la concentración de mercado, a la maldad de los empresarios, o al espíritu santo?. En esa gran discusión teórica, hay una cuestión empírica innegable: la emisión y la inflación muestran una fuertísima correlación estadística. Sin embargo, como correlación no es causalidad, quienes sostenemos que los altos niveles de emisión están causando los altos niveles de inflación somos acusados de monetaristas ortodoxos neoliberales (en Argentina, insultos populares).

Dejando a un lado lo extraño del lenguaje, me gustaría defender acá que, al menos en lo que respecta a la inflación, el debate en torno a la causalidad tiene mayor relevancia en términos gnoseológicos que pragmáticos. Esto significa que aunque podríamos pasarnos la vida entera discutiendo la cuestión de la causalidad, en este caso, como en muchísimos otros, no es necesario resolver la cuestión de la causalidad para resolver el problema de la inflación. Por eso es que quiero insistir en que la inflación es un tema que ya ha sido resuelto –acá la evidencia a nivel mundialacá el interesante caso chileno. En pocas palabras, y por más extraño que parezca, lo que estoy diciendo es que pese a que la causalidad es un problema teórico no resuelto, para reducir la inflación es necesario reducir los niveles de emisión. 

Correlación vs Causalidad: el tabaquismo y el cáncer de pulmón.

Como reflexión final me gustaría compartir lo que sucedió en una lejana ciudad, durante los años 50, cuando aún estaba en discusión si el cigarrillo causaba cáncer de pulmón. Espero que contribuya a combatir la gran enfermedad que viene sufriendo la economía argentina.

Durante mucho tiempo, los epidemiólogos observaban una gran correlación entre el consumo de cigarrillos y el cáncer de pulmón. Sin embargo, estaban bajo el famoso problema “correlación no es causalidad”.

Muchos estaban convencidos que el tabaco causaba el cáncer de pulmón, pero había otros que sostenían que la causalidad era inversa: al sufrir cáncer de pulmón, la gente fumaba más (quizás para calmar su desesperación).

También se alzó un tercer grupo, que argumentaba a favor de la causa común: la correlación entre el cigarrillo y el cáncer de pulmón no implicaba causalidad en ninguno de los sentidos, en realidad había una causa mayor – la angustia combinada con la ansiedad – que hacía que las personas con dichas características contraigan cáncer de pulmón a la vez que les ocasionaba el deseo de fumar.

Ciertamente determinar relaciones causales en sentido estricto es un problema difícil –sino imposible- de solucionar. Mientras tanto, un grupo de médicos -ignorantes (o hartos) de los enredos filosóficos-, recomendaban a sus pacientes disminuir las dosis de tabaco.

Correlación vs Causalidad

Feliz 2015!

Tercer año de existencia. Como nos lo propusimos en diciembre pasado, los dos focos fuertes estaban en (1) introducirnos en el mundo de las redes sociales, y (2) comenzar un proyecto de investigación sobre predicción y aplicación en economía. Ambos puntos fueron muy positivos, y felizmente estamos inmersos en un proyecto muy entretenido e interesante. Los nuevos caminos teóricos nos llevaron a indagar sobre los distintos usos y nociones de predicción (predicción, profecía, pronósticos), y luego nos vimos obligados a reconocer los límites del conocimiento económico.

Ahora que el proyecto ya está marchando, para el 2015 esperamos ir compartiendo los avances, comentarios, reflexiones con más frecuencias (además de invitarlos a sumarse, por supuesto!). Un gran objetivo va a ser reunir los distintos trabajos, y transformarlos en un libro (al menos para hacer lugar en la biblioteca). De ser así, tendrán la primicia, más un regalo para las próximas navidades.

Les deseamos un muy buen año, y les agradecemos la compañía de estos años! (terminamos el año duplicando la cantidad de personas que se dieron una vuelta por el blog!)

¡Muchas felicidades para todos, y que arranquen un muy feliz 2015!

Salud! NB & DW

Feliz 2015

 

«Me muevo para aquí, me muevo para allá» – Dólar Blue

Esta semana, los ciudadanos argentinos asistimos a un suceso económico revelador. El precio del dólar, con sus subidas y bajadas, mostró su verdadera esencia: es impredecible, no hay manera de saber hacia dónde se moverá el día de mañana. Va de nuevo y en negrita, por si estaban distraídos. No hay manera de saber hacia dónde se moverá el precio del blue el día de mañana.

En este contexto, lo ocurrido en el espacio público merece nuestra atención. Tras una semana de fuerte caída, una gran cantidad de economistas salieron a explicar por qué bajaba. Luego, tras el rebote de esta semana, otros tantos salieron a explicar por quPronósticos Económicosé volvía a subir. Claro, con el diario del lunes todos podemos dar explicaciones (de lo sucedido). Lo curioso es que la mayoría de las opiniones revelan una pretensión de conocimiento extraordinaria. Por la forma en que se lo explica, pareciera obvio (“natural”) que el dólar haya seguido el camino que siguió.

En este marco me parece necesario insistir una vez más con lo que dije al comienzo: NO HAY MANERA DE SABER CUÁL VA A SER EL PRECIO DEL DÓLAR EN EL FUTURO (se los dejo en forma de poesía por si lo quieren enmarcar). Pero esperemos un segundo.

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¿Significa esto que los economistas no sabemos nada?  ¡No, por favor, por supuesto que no!

¿Significa esto que los economistas somos medio chamuyeros?  Puede ser, pero no es el punto.

El punto es que el mundo es hiper complejo. Hay multitud de variables, efecto, causas, operando de manera simultánea. Cada fenómeno está afectado por infinitas fuerzas. Algunas relevantes, otras no; algunas conocemos, otras  no.  El hecho es que el resultado de cada fenómeno depende de la confluencia de todas ellas. Es decir, requiere de un conocimiento imposible de reunir.

En este mundo caótico, es necesario que los economistas nos miremos las caras, hagamos unas muecas, comamos unas medialunas, y luego asumamos el difícil escenario y nos preguntemos: ¿a qué tipo de conocimiento sí podemos apuntar?

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Lo que sí podemos aportar los economistas

La buena noticia es que, en ese complejo escenario, aún hay un espacio importante donde los economistas podemos hacer aportes relevantes. Si bien no hay modo de anticipar lo que va a ocurrir en el futuro (precio del dólar, crisis financiera, etc, etc), sí podemos apuntar a conocer el efecto de las variables más significativas del fenómeno que queramos estudiar (que necesariamente tiene que estar ligado a un problema que queramos resolver).

Para seguir con nuestro ejemplo del dólar. Son incontables la cantidad de factores que están afectando el precio del dólar en cada momento. Están las presiones del gobierno, el precio oficial, el contado con liqui, la inflación, la expectativa de inflación, la expectativa de cambio de gobierno, la incertidumbre sobre el desempeño de nuestro Ministro de Economía, la decisión de cada uno sobre qué hacer con sus ahorros, etc, etc, etc. Lo interesante es entender que toda esa información infinita se traduce en un precio: el dólar se vende a $13,46.

La verdad, qué se yo (y qué puede saber cualquiera) cómo van a confluir todas esas variables en el futuro para determinar el precio del dólar de mañana. Imposible. En cambio, sí podemos aspirar a saber cómo impactan algunas de ellas por separado.  Por ejemplo, por un lado, la alta inflación –y sus expectativas- empujan el precio del Blue para arriba, lo mismo que la incertidumbre sobre la próxima medida que tomarán los hacedores de política. Pero a la vez hay otros factores que lo tiran hacia abajo, como la perspectiva de entrar al circuito de crédito internacional –esperando un acuerdo con lo holdouts en enero- o los bonos atados al valor del dólar –y con vencimiento en el próximo gobierno- que se están lanzando.

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De la teoría a la práctica

Fíjense que sólo mencionamos algunas de las tantísimas variables que afectan el valor del dólar (por relevancia dejé afuera lo que va a hacer cada uno de nosotros en nuestras vacaciones). Y esto es básicamente lo que la ciencia económica puede aportar; como economista (teórico) uno aspira a conocer cuáles son las variables más significativas, y cómo afectan al fenómeno que nos interesa estudiar. Y aunque eso NO alcanza para anticipar qué va a suceder, tiene una enorme utilidad, ya que le brinda herramientas al policymaker para actuar y resolver el problema que se le presente (y eso, digámoslo, es mucha cosa). Va de nuevo porque acabo de hacer una gran revelación: conocer cómo los distintos factores afectan un fenómeno determinado permite hacer algo mejor que anticipar lo que va a ocurrir: permite intervenir. O para que lo guarden en una frase: el conocimiento económico sirve de guía para la acción.

Peeeeeroooo…… Ojo al piojo. A la hora de los hechos, la palabra final la tiene quién toma las decisiones reales. Digo, está en manos de los responsables de política económica elegir qué herramientas poner en práctica, y de qué manera. Y aquí se abre toda una nueva ventana, que merece una gran discusión en sí. Acá solo un comentario: además de ladifícil cuestión de cómo saber cuáles son las herramientas adecuadas, y de qué manera se utilizan, está lo que entiendo como la gran incógnita entre la teoría y la práctica.

Si algo sale mal, ¿dónde estuvo el problema, en la herramienta o en el usuario? O para ponerlo en términos concretos: ¿La actual problemática económica argentina, es culpa de las teorías económicas (ortodoxia, heterodoxia, neoliberalpopulismo) o de los que diseñan y aplican la política económica  (gobierno, ministros, banco central, ”me quiero ir”)?

* Artículo publicado en el Sabf, Noviembre 2014

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dolarblue

XX Jornadas de Epistemología de la Economía

Estimados,

Estos días están teniendo lugar las XX Jornadas de Epistemología de la Economía que se celebran anualmente en la Universidad de Buenos Aires.

Aquí les dejamos el programa para que puedan ver las distintas exposiciones. Verán que mañana jueves entre las 14.30 y las 16.00 vamos a estar en el aula 212 hablando sobre predicción en economía.

Quien quiera venir a discutir nuestras ideas será más que bienvenido!

Saludos!

La Fruta Prohibida

Estás en un mercado. A la derecha una manzana de color rojo reluciente,  con la dureza justa y que a todas luces asoma ser de un dulzor ideal. A la izquierda, una manzana más bien amarillenta, con dejos de tierra, y que en ciertos sectores da la sensación de estar más bien paposa. Obviamente estás allí porque, en plena moda naturista, querés cortar el día con algo dulce… ¿Cuál elegís? ((Ah, me faltó hablar del precio. La manzana roja reluciente está $4, la que es medio amarillenta cuesta $7)).

Claro, si no estuvieras sospechando “¿dónde está la trampa?”, no tengo dudas de que, en la verdulería, todos elegiríamos la manzana roja, que no sólo luce mejor sino que también es la más barata. Podríamos decir entonces -algo vagamente por cierto- que los dos factores que priorizamos cuando estamos por consumir algo son: 1-el grado de satisfacción de nuestras necesidades, 2-el grado de satisfacción de nuestro bolsillo.

Ya con nuestra reluciente manzana en mano, volvemos a la universidad y nos ponemos a discutir con nuestros compañeros y amigos sobre sustentabilidad: “Las grandes corporaciones están arruinando el planeta. El grado de contaminación es insostenible, los empresarios –egoístas inescrupulosos- en vez de fijarse únicamente en sus intereses deberían velar por el cuidado de los recursos que son de todos”.

Si, el discurso es muy lindo, ¡bravo! Podés juntarte con los jóvenes que defienden la diversidad cultural, y los otros tantos que atacan al capitalismo mientras se toman una cerveza Quilmes. Sin embargo me parece necesario advertir la manzana-cabeza-gusanoinconsistencia entre a) elegir la manzana por apariencia/precio, y b) echarle la culpa a las grandes corporaciones. El punto es que no hay que menospreciar el rol de los consumidores, que somos quienes indirectamente le damos lugar a las corporaciones para que actúen de la manera en que lo hacen. ¿Qué lugar ocupa la variable “respeto por el medio ambiente” en tu decisión de consumo?

 

Alto precio y baja oferta van de la mano con poca demanda: el tema está en quién mueve primero.

Dejando a un costado a las que mienten sobre el origen de sus productos, lasotras tantas cuyas actividades atentan contra la salud de las comunidades locales, y los largosdebates acerca de las reglamentaciones vigentes,  me cuesta responsabilizar exclusivamente a las empresas por no producir productos más amigables con el medioambiente.

Si ahora un empresario se pusiera la bandera ecologista y afirmara: “Voy a producir manzanas de modo sustentable” sin dudas recibiría una gran ovación. Todos lo aplaudiríamos y diríamos que es un gran ejemplo para la sociedad. Sin embargo, al momento de ir al supermercado, me temo que muy pocos le comprarían sus manzanas. Veríamos que además de estar más amarillentas son vendidas a un mayor precio, por lo que confiadamente seguiríamos optando por las manzanas rojas que más se parecen a nuestra imagen mental de “la manzana en sí”. Es más, probablemente elegiríamos las manzanas orgánicas de la India, que llegan a la Argentina en bicicleta; o hasta nos quedaríamos con esas manzanas perfectas que, expuestas sobre una bandeja de telgopor y envuelta en papel film, dicen ser sustentables.

Luego, nuestro antiguo héroe defensor del medioambiente se vería obligado a cerrar sus puertas, dando lugar a que el sistema continúe exactamente de la misma manera: los empresarios maltratando el medio ambiente y nosotros consumiendo los mismos productos por los que tanto protestamos.

Ok, el tema es complejo, tiene varias aristas y múltiples enfoques. En este caso sólo quiero referirme a uno, el rol de consumidor, y decir lo siguiente: No puede haber productores responsables sin que haya consumidores responsables. Dicho lo cual, la próxima vez que un empresario se arriesgue por un camino realmente sustentable –aunque vaya a saber uno lo que eso signifique– ni nos gastemos en aplaudirlo o publicarlo en los cielos. Si realmente les parece que es el camino adecuado, simplemente demuéstrenlo al momento de consumir.

Topo consumo transgenico

 

 

¿Quién engañó a Roger Rabbit?

Escenario 1. Un grupo de expertos realizan un arduo trabajo de investigación, recabando numerosas fuentes de datos y utilizando complejas técnicas estadísticas. Tras un exhaustivo análisis llegan a la siguiente conclusión: Brasil tiene el 48,5% de probabilidades de ganar el mundial.

Escenario 2. El mismo grupo de expertos realiza un arduo trabajo de investigación, recabando numerosas fuentes de datos y utilizando las mismas (y complejas) técnicas estadísticas. Tras un exhaustivo análisis llegan a la siguiente conclusión: El precio del Oro será de $1,050.

Por algún suceso misterioso, que no logro descifrar, mientras que al escenario 1 lo miramos con desconfianza -o como si fuera un juego-, al escenario 2 lo tomamos en serio. Claro, me dirán, no se necesita ser un experto para decir que Brasil tiene muy altas chances de ganar el mundial (de hecho es lo que la mayoría espera); mientras que para pronosticar el precio del oro sí se requiere de un conocimiento especializado. Para quienes crean en este argumento, los invito a leer nuevamente el Escenario 1 y el Escenario 2.

No exagero, los métodos que se utilizan en ambos casos son los mismos, la multitud de datos que se investigan son equivalentes y los objetos que se estudian tienen las mismas características: son sistemas completamente abiertos y cambiantes, afectados por infinidad de causas (muchas de ellas desconocidas, y otras tantas imponderables). Y sin embargo, cuando hablamos de futbol, nos ponemos la camiseta, gritamos y opinamos; pero luego, cuando hablamos de mercados financieros, nos ponemos un traje, asentimos y escuchamos.

Mi curiosidad no está en la diversión que nos genera jugar con la econometría para adivinar el resultado del mundial (sí, aunque no lo crean es divertido), lo que me sorprende es la seriedad con la que nos tomamos los pronósticos económicos. Que el tema nos resulte serio no implica que cualquier análisis que se haga sobre el mismo también lo sea.

Ojo, no digo que no haya que hacer proyecciones, de hecho para tomar nuestras decisiones implícitamente necesitamos suponer algún escenario futuro (por ejemplo, si ahora estás comprando dólares es porque –pese a cometer un delito- estás esperando que su valor suba). Además, hay que decirlo, es muy difícil aceptar la incertidumbre propia que nos rodea, por lo que cualquier intento de certeza, por más precario que sea, suele ser bienvenido.

Lo que digo es que no nos tomemos tan en serio las estimaciones que hacen los economistas –ya sea una consultora respetada, una banca de inversión internacional o el mismísimo Indec (cuac)-, o al menos, si aún queremos considerarlas, no veo por qué deberíamos darle más seriedad a los pronósticos económicos que a los vaticinios futbolísticos. A propósito, les dejo unas preguntas similares e imposibles de responder: ¿Cuánto va a estar el dólar a fin de año? ¿Qué país ganará el mundial? ¿Quién engañó a Roger Rabbit?

 

Roger Rabbit II

 

¿Diversidad Cultural?

No hay culturas mejores que otras. Nadie tiene la verdad sobre qué reglas deben de regir en una sociedad. En ciertos lugares priman determinados valores, que bien pueden ser similares a los nuestros o bien pueden ser muy distintos. Lo importante ante todo es respetar al prójimo, aceptar las diferencias. Entender que no hay culturas mejores ni culturas peores, simplemente hay culturas diferentes.

Si estás en una mesa de extraños y querés quedar bien, ya tenés tu discurso. No solo suena profundo y lindo, sino que está de moda… es cool!

Ahora bien, me pregunto cuánto hay de cierto en eso… ¿Puede reducirse todo a cuestiones relativas?

Hace poco se aprobó, en Irak, una ley en favor del matrimonio infantil, según la cual los adultos pueden elegir a una niña de 9 años para contraer matrimonio – obviamente incluyendo entre sus obligaciones el deber de cumplir las exigencias sexuales de sus esposos, como toda buena esposa. Por su parte, en China continúa la política de control de natalidad, aunque hay que reconocer que el tema se flexibilizó; un año atrás sólo se permitía que las parejas tuvieran un único hijo, ahora a ciertas parejas se les permite tener un segundo hijo siempre y cuando alguno de sus padres haya sido hijo único. ¿Y cómo lo llevan a cabo? Buen, mediante la persuasión (becas y premios por cumplir la norma y multas en caso de un segundo embarazo), la esterilización (cuando la pareja tiene el primer hijo), y si lo anterior no fue suficiente, mediante abortos (en lo posible previo al 5º mes con el consenso de las partes, y sino mediante abortos forzados en el momento que sea). Si eso les parece fuerte –o injusto- es porque no escucharon lo que sucedió en Corea del Norte el año pasado: el día 3 de noviembre hubo una ejecución pública de 80 personas.  ¿Las razones? Fueron los responsables de cometer delitos tales como ver películas de Corea del Sur o poseer en su casa alguna Biblia.

Ahora que sabemos esto (sí, ahora lo sabemos) me re-pregunto, ¿Son todas estas cuestiones que responden a meras  diferencias culturales, y que por lo tanto debemos aceptar por respeto a la diversidad cultural?

Películas como Rambo, la invasión norteamericana en Afganistan o Ávatar (peliculón!), nos muestran cuán dañina puede ser la intervención de una cultura sobre otra.  Desde esa perspectiva -un poco provocativa, pero que representa la idea que muchos tenemos en la cabeza-  es fácil sostener un discurso plural -de tolerancia y respeto-, rechazando las intervenciones que puedan ejercerse sobre culturas o territorios ajenos (además, tengo que reconocer, es difícil ir en contra de semejantes películas).

Mi preocupación, insisto, es qué sucede cuando nos enfrentamos a cuestiones tan sensibles (tremendas, injustas) como las que comentamos recién, y las otras tantas que están sucediendo a cada segundo. Para seguir con ejemplos, actualmente hay casi ochenta países que consideran ilegal los actos homosexuales consensuados, y entre los distintos castigos a dicho “delito” –multas, trabajo forzado, prisión- se destaca la condena que se aplica en siete de esos países: pena de muerte. ¿Realmente podemos decir que simplemente son cuestiones culturales, que debemos respetar y aceptar? ¿Negar allí una intervención no es esquivar el asunto y dejar de lado a los marginados de las demás culturas?

Así que ya están advertidos. La próxima vez que un extraño se siente en su mesa y pronuncie las siguientes palabras, mírenlo dos veces. Tengan cuidado de ser seducidos por un discurso que probablemente escuchó en el pasillo, o bajó de internet… quiero ver ahora que van a decir cuando escuchen esto:

“No hay culturas mejores que otras. Nadie tiene la verdad sobre qué reglas deben de regir en una sociedad. En ciertos lugares priman determinados valores, que bien pueden ser similares a los nuestros o bien pueden ser muy distintos. Lo importante ante todo es respetar al prójimo, aceptar las diferencias. Entender que no hay culturas mejores ni culturas peores, simplemente hay culturas diferentes.”

* Artículo publicado en el Sabf, Mayo 2014

Diversidad Cultural

Capitalismo somos todos

El mundo es terriblemente cruel. Una de cada ocho personas padece hambre. Cada año, más de 165 millones de niños sufren de desnutrición y otras 250.000 personas mueren por consumo de drogas. La riqueza está distribuida de manera muy muy desigual, el 1% de la población tiene el 50% de la riqueza, mientras que el 99% restante pelea por la otra mitad. Guerras, enfermedades, castigos, sufrimientos; infinitas cosas que es mejor ni plantearse. Pensar que todo esto está sucediendo acá y ahora es terrible. Es realmente difícil asumirlo, y en tal caso, casi imposible soportarlo. Por eso preferimos entretenernos con otras cosas, mirar un poco la tele, jugar a la pelota, charlar con amigos, tomar unos mates. Mientras más cosas y más apurados estemos, mejor: menos tiempo para pensar todo lo que sabemos que está pasando mientras estamos en casa leyendo esto.

De hecho, ahora muchos de ustedes estarán enojados conmigo. Unos me dirán: “¿Y para qué pensar en esto ahora si estaba tan tranquilo con el mate y las medialunas?”, y otros tantos pensarán, “¿¿Y yo qué culpa tengo??”. A los primeros les pido disculpas, sigan con sus medialunas (y si pueden ¡agréguenle dulce de leche!). Si sos de los segundos, estás condenado a leer lo que sigue:

¿Quién tiene la culpa?

Echarle la culpa al capitalismo es fácil. Maldito sistema, que oprime a los más necesitados, que margina a los sectores más pobres, que permite que unos pocos se enriquezcan a costa de otros tantos, que incentiva las guerras encubriendo grandes intereses económicos, que está creado para saciar las ambiciones infinitas de los capitalistas y su incansable afán de riqueza. Digo, poner la culpa afuera, en algo donde pareciera que no tenemos ningún margen de acción, es sencillo. Nos libera de cualquier culpa o responsabilidad por todos esos terribles sucesos que acontecen a diario; incluso nos brinda un enemigo lo suficientemente ambiguo para combatir a la manera que nos parezca. Un enemigo tan poderoso que no sólo justifica el no hacer nada (todo lo que pasa es culpa del sistema) sino que, mejor aún, podemos pretender que estamos combatiendo todos esos males levantando bandera contra ese monstruo. Cada vez más, afirmar que estamos en contra del sistema capitalista nos libera de culpa. Pareciera que pegarle al capitalismo es ayudar a los más necesitados, que maldecir nos vuelve del lado de los sectores marginados.

Contra esa postura tan cómoda como seductora, me parece importante reconocer lo siguiente: quienes vivimos en este mundo somos nosotros (yo, vos, tu amigo que está ahí cerca, tu viejo que está laburando, etc, etc). Digo, en el mundo no hay más que personas de carne y hueso. Asumamos, entonces, que la responsabilidad de todas -o mejor dicho, de la gran mayoría- las cosas que pasan en nuestro mundo recae en las personas. Quienes sentimos, pensamos y actuamos somos nosotros. Luego, lo que ocurre en el mundo es el resultado de las infinitas interacciones de acciones y decisiones que tomamos todos nosotros a cada momento.

¿Con esto quiero decir que toda la “culpa” de lo que sucede la tenemos nosotros?

Con esto quiero decir que es absurdo dejarnos a nosotros –individuos- a un costado. Está claro que la responsabilidad de lo quesucede en la sociedad está dentro de la sociedad y no afuera. Está en nosotros, humanos, y no en el “capitalismo”, sistema.

Según entiendo, el capitalismo somos nosotros. Eso que llamamos sistema no es más que una forma de coordinar las infinitas decisiones que tomamos los 7.200 millones de personas a cada segundo (al menos aquellas relacionadas con la producción, el intercambio y la distribución). En este sentido, reconozcamos que quienes actuamos, decimos y decidimos somos nosotros y, por lo tanto –y por favor-, no le echemos la culpa al capitalismo, ni al neoliberalismo (ni a los intereses ocultos, ni a las fuerzas del mal).

Escuchar “el capitalismo nos vuelve egoístas” me resulta simplista, facilista. Contemplemos, al menos por un momento, la posibilidad  de que la relación sea inversa. Que no sean las personas las que se adaptan al sistema, sino el sistema el que se adapta a cómo son las personas. Pensemos, entonces, que cabe la posibilidad de que el ser egoístas nos vuelva capitalistas.

En 1973 Alemania estaba dividida en dos: la parte occidental (capitalista) y la parte oriental (comunista). Entre ellas había un muro que impedía el paso de un lugar a otro. Del lado oriental, ese muro estaba rodeado de gente tratando de treparse y pasar al otro lado. Del lado occidental, nadie. Sucede que, si bien los sistemas alternativos al capitalismo suenan muy seductores (prometen un gran bienestar social, terminar con el hambre, la marginalidad, la pobreza, y todas esas cosas que suenan muy bien y que a todos nos gustaría) requiere de un compromiso social impensable. Requiere de individuos dispuestos a trabajar por el bienestar colectivo. De individuos dispuestos a esforzarse por el prójimo tanto, o más, que por ellos mismos. De individuos que hoy no existen.

Tampoco exageremos

Ok, es cierto; es necesario reconocer que el problema no está afuera sino adentro. Considero fundamental aceptar que la responsabilidad principal de lo que sucede en nuestro querido planeta está en nosotros y no en ciertos conceptos abstractos y grandilocuentes. Pero tampoco quiero exagerar. Si bien creo que la culpa –o responsabilidad- es principalmente nuestra como sociedad, pienso que, a la vez, no lo es tanto en cuanto a nosotros como individuos particulares. Digo, ninguno de nosotros  (ni yo, ni vos, ni tu amigo) tenemos la posibilidad de alcanzar grandes cosas actuando de manera distinta. Si cada uno decidiese cambiar su forma de actuar, el resultado global sería prácticamente el mismo (los niños seguirían sufriendo hambre, la desigualdad sería la misma, mismos niveles de contaminación, mismas niveles de violencia, etc, etc). Haciendo una estimación vaga e injusta, el peso de nuestras acciones y decisiones sería aproximadamente del 0,000014% (1/población mundial – el link muestra el minuto a minuto de la población mundial. ¡Es apasionante, no se lo pierdan! En este momento vamos por 7.229.195.231…! ).

En ese sentido, sacate el exceso de culpa que tengas y guárdate solo ese 0,000014%. Pero ojo, tampoco te vayas a tomar un mate como si nada. Acabamos de acordar que para que las cosas cambien se necesita de un cambio social, y para eso, el cambio individual es esencial. Pero como el impacto de nuestras acciones individuales es prácticamente nulo, actuar de manera distinta y responsable requiere de un gran compromiso (conciencia-respeto-tolerancia-paciencia). Así que cuando termines el mate tirá la yerba en donde corresponda; cuando te den vuelto demás devolvé la parte que no te corresponde; cuando veas a un niño en problemas fijate cómo podés ayudarlo; y cuando estés caminando por la calle sonreile al diariero como si fuera tu amigo. Todo eso a sabiendas de que no va a cambiar nada. Todo eso hay que hacerlo; aunque sólo sea por respeto a nuestros ideales, aunque sólo sea por amor al arte.

* Artículo publicado en el Sabf, Abril 2014

Capitalism is Dead