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Acerca de Diego Weisman

Somos un grupo de economistas y filósofos empeñados en defender lo indefendible, pero con alegría.

¿Profetas o científicos? Cómo predecir las crisis financieras en economía (Parte II)

En la primer parte del post, nos preguntábamos de dónde viene la idea de que la economía fracasa desde el punto de vista predictivo. La respuesta corta es: miren alrededor. La respuesta más elaborada viene abajo.

El problema: ¿Cómo pueden los economistas equivocarse tanto?

Esto se pregunta el gran Krugman en uno de los artículos más poderosos (y revulsivos) que ha aparecido en mucho tiempo. Hay que leerlo, realmente vale la pena. Es un poco largo, pero les adelanto una partecita:

It’s hard to believe now, but not long ago economists were congratulating themselves over the success of their field. Those successes — or so they believed — were both theoretical and practical, leading to a golden era for the profession.

Last year, everything came apart.

Few economists saw our current crisis coming, but this predictive failure was the least of the field’s problems. More important was the profession’s blindness to the very possibility of catastrophic failures in a market economy. During the golden years, financial economists came to believe that markets were inherently stable — indeed, that stocks and other assets were always priced just right. There was nothing in the prevailing models suggesting the possibility of the kind of collapse that happened last year.

Si bien Krugman habla un poco confusamente en este pasaje dos cosas muy diferentes –la falla en la predicción de la crisis y  el fracaso para el marco teórico neoclásico de imaginar la posibilidad de una crisis en el mundo real- me gustaría por el momento concentrarme en la tesis predictiva. Déjenme ponerla de una manera clara, simple y espero que no del todo injusta para con las intenciones de Krugman:

La imposibilidad de anticipar la crisis es una señal ineludible de la debilidad científica de la economía mainstream.

Repito: la imposibilidad de anticipar la crisis es una señal ineludible de la debilidad científica de la economía mainstream.

Enfatizo:

“La imposibilidad de anticipar la crisis es una señal ineludible de la debilidad científica de la economía mainstream

Paremos un minuto la pelota. Respirá hondo y pensá si estás de acuerdo con esto. Si realmente creés que, como la economía mainstream fue incapaz de predecir la crisis financiera de 2008 –algo que no discuto-, y en general es una nulidad a la hora de anticipar eventos de ese tipo,  entonces su cientificidad está al menos puesta en duda. No es una idea muy loca, después de todo.  Se puede poner en el cajoncito del Modus Tollens incluso, y quedaría así:

“Si la economía fuera una ciencia exitosa, predeciría las crisis financieras.

La economía no predice las crisis financieras.

Por ende, la economía no es una ciencia exitosa”

Si pensás esto, te doy una buena noticia: estás en excelente compañía: Krugman, y Steve Keen, y Roubini, y un montón de economistas brillantes piensan como vos. Y una mala: este post trata de mostrar que estás equivocado. Vos y todos los demás, qué tanto.

Igual, enfaticemos los puntos de acuerdo, como nos enseña Dale Carnegie: la ciencia es predictiva o no es nada. Veamos.

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¿Profetas o científicos? Cómo predecir las crisis financieras en economía (Parte I)

Déjenme contarles cómo se me ocurrió escribir este post. Hace unos meses estuvo William Milberg en Argentina (en las gloriosas Jornadas de Epistemología, claro) y empezó su charla más o menos así:

“The general failure of economists to predict the financial crash of 2008 has given rise to a lively and wide-ranging debate over the state of the discipline and the need  for significant reform. (…) [Critical] exchanges are taking place around the world (…). Clearly, a period of serious debate and introspection is at hand”

Y el resto de la conferencia era un intento de desentrañar las características del enorme debate que “está teniendo lugar alrededor del mundo”. Pero para ser honesto, no escuché demasiado del resto. Más bien me revolvía medio incómodo en la silla. Porque, pensaba, la realidad es que las crisis no pueden predecirse. Ni siquiera las ciencias naturales funcionan “prediciendo” tales eventos. Y ni las ciencias sociales ni la economía mainstream –o cualquier otra-  podrían jamás parecerse algo que nunca existió. Evidentemente se trataba de un error.

Milberg es un capo, ojo. Pero quizás le falta un poquitín de epistemología. Porque gran parte de la idea de que las crisis pueden predecirse, y que la tarea de la economía es justamente predecirlas,  surge de dos fuentes: una imagen mítica de la ciencia por un lado, y un concepto borroso de qué significa el término “predicción”, por el otro.

¿Cuál es el problema con estas dos fuentes? ¿Por qué están mal? ¿Y si la economía no puede “predecir “ las crisis financieras, o decirnos el precio del dólar, para qué sirve?

Wow, cuántas preguntas! Empecemos por levantarle el vestido a la Imagen Mítica de la Ciencia, a ver qué hay debajo.

De la Ilíada a Terminator II

La necesidad de saber qué va a pasar en el futuro es eso: una necesidad profundamente enraizada en el género humano. Las grandes obras artísticas de la Humanidad, desde la Ilíada a Terminator II pueden leerse como anotaciones marginales en torno a la Gran Cuestión: qué nos va a pasar.  Aquiles, de ágiles miembros, le pregunta a su madre cuál va a ser su destino –su hado o fatum; Sarah Connor, de inquietantes miembros, retruca (o talla con un maníaco cuchillo) “there is no fate”, abriendo de un tajo un abismo con 11000 años de tradición homérica.

Bueh, no exageremos.

Por supuesto, que exista una necesidad no implica necesariamente que pueda ser satisfecha (lo que incidentalmente presta apoyo a la hipótesis de que el mundo ha sido construido por un dios subalterno) Hay matices, sin embargo: ninguno de nosotros le daría un centavo a una dudosa pitonisa para que consulte nuestro destino a Apolo, pero muchos economistas suelen hacer fortuna haciéndose pagar por responder a la angustiada pregunta “y ahora qué nos va a pasar?”.

Pero dejemos por un momento que los economistas se ganen la vida como puedan. Veamos ahora de dónde viene la extendida idea de que la ciencia económica ha fracasado predictivamente, idea que está en la base, Milberg dixit, del extendido debate académico de estos días. Para eso, hay que retroceder un poquito, hasta la curiosa década del 80’.  

¿Qué hacías en los ’80? De la gran moderación a la gran explosión.

 Los años 80’ vieron nacer la notable saga de Volver al Futuro, la oscura rivalidad Redondos – Soda, y  un pacífico período conocido como La Gran Moderación.  Supongo que todos conocemos las dos primeras, así que vamos a la tercera. La Gran Moderación.

Fueron años leeendos. Durante casi 20 años la economía vivió en una suerte de paraíso de autocomplacencia: finalmente las fluctuaciones (el “ciclo” económico) se mostraba domesticadas, y muchos economistas dieron en pensar que finalmente ciencia económica había progresado, y sus frutos comenzaban a madurar. De nada che.  El melifluo clima duró lo que duró, precisamente hasta el año 2007. En un hermoso artículo, del que el senil futuro sólo recordará una frase,  Olivier Blanchard escribió entonces que “el estado de la macro es bueno”.

Pero hay que reconocerlo. No era tan, tan, tan bueno, dice Krugman frotándose las manitas con perversa delectación,  porque unos meses después ESTALLÓ  la Gran Crisis Financiera, señores mainstream. Estalló no es una metáfora. Trillones de dólares se evaporaron en un instante, las acciones se desplomaron, el desempleo afectó a millones. El ciclo volvió a corcovear alegremente, mostrando su indómito carácter para espanto de la profesión económica. En fin, fue lindo mientras duró.

Seguimos en la Parte II!

Profeta Elías-2

 

Taller de Lectura: El debate Malthus-Ricardo a la luz de John Stuart Mill.

Estimados amigos y colegas:

Nos es grato invitarlos al próximo Taller de Lectura «El debate Malthus-Ricardo a la luz del Método de la Economía de John Stuart Mill», organizado por el Centro de Investigación en Epistemología de las Ciencias Económicas (FCE-UBA), y coordinado por los profesores Nicolás Berneman (UTDT) y Diego Weisman (UBA), a realizarse el dia miércoles 28 de Agosto en el aula 230 de posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas, UBA, en el horario de 14 a 16 hs.

El taller se propone reconstruir la visión milliana de la disciplina económica, y utilizarla para reinterpretar el debate Malthus-Ricardo. Comenzaremos con un análisis de la obra de Mill acerca del método de las ciencias, y en particular el método adecuado a la ciencia económica. A continuación abordaremos la discusión metodológica clásica entre Matlhus y Ricardo a través de su correspondencia. El aparato conceptual de John Stuart Mill, creemos, puede arrojar luz sobre este debate.

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Acerca de los poderes predictivos del economista promedio

Mi impresión es que los economistas tenemos poderes predictivos, muejejeje. Bueh, por ahí no son los que se esperan, y por ahí su alcance es más bien modesto, y también es posible que nuestras predicciones parezcan más bien negativas y acerbas, además de anodinas y como que tiran mala onda, pero…

No sé cómo seguir. Pero nada, es así nomás. Los economistas promedio somos más bien seres desagradables para la mesa del domingo, parece.

Si sos economista, quizás te pueda servir analizar unos momentos qué cosas podés predecir, cuáles sospechar y de qué cosas no tenés idea, a pesar de que por un defecto, acaso inevitable, de la formación mainstream pienses que sí.

Cosas que podés predecir 

Si trazamos un mapa mental de los EE. UU en el siglo pasado, veremos que a medida que se van extendiendo y consolidando el movimiento sindical, con sus justas y encomiables reivindicaciones, los estados van quedando huérfanos de industrias.

Estos dos fenómenos -avance del movimiento sindical y desindustrialización- pueden aparecer fenómenos desconectados para el profano, pero para el economista la conexión suele ser evidente e inmediata.

Y, creo, si formalizás esa intuición en una servilleta, vas a tener un modelito más o menos neoclásico, donde los empresarios maximizan beneficios, y elijen entre dos locaciones, una con costes aumentados y por ende beneficios disminuidos y otra etc, y la otra con mayores beneficios, y relocaliza la empresa. Un modelo irrealista, mirá vos.

Ok, este es el tipo de cosas que podés predecir como economista: qué va a pasar tendencialmente en un sistema cuando haya una alteración de uno de sus parámetros. Por eso hacés “predicciones” de que habrá una tendencia al desabastecimiento cuando se propone el control de precios, o una tendencia a que emerja un mercado paralelo cuando hay cepo cambiario, etc. A veces las tendencias se materializan en hechos observables, y a veces no. Qué le vamos a hacer.

No es que podés predecir con exactitud que tal y tal empresa va a tener tales y tales características. Nada de eso. Podés decir que, en la industria, habrá una tendencia a que ocurran ciertas cosas. Y tendencias, nuevamente, no son hechos observables. En esto la economía es, me parece, idéntica a la física.

Promediando el otoño

Caen muchas hojas. ¿Qué podés predecir acerca de ellas? No la trayectoria, no cuál va a ser la próxima en caer, sino que aquella que se desprenda del árbol tendrá una tendencia a depositarse en la superficie terrestre (grande Newton), y quizás a tapar la boca de tormenta que está justo frente a tu casa. Nada más, y nada menos.

En contextos abiertos, donde no tenemos control de las variables de entorno, físicos y economistas podemos hacer en su mayor parte sólo predicciones de este tipo. Y las economias modernas, camarada, son contextos abiertos.

La diferencia con la física es la siguiente:  muchos sistemas naturales se pueden cerrar, pero ninguna economía real puede cerrarse.

Por eso, en la mesa del domingo, no te gastes haciendo predicciones de lo que va a suceder en nuestro querido país, porque hay un muro invisible entre vos y los felices mortales que te rodean y devoran ingentes cantidades de asado: ellos entienden por predicción que digas qué cosas puntuales van a suceder, básicamente por la maldición de la astronomía, y por el mito de que la naturaleza es predecible. Y vos podés hablar de tendencias, pero me temo que eso a nadie le interesa demasiado.

Nos quedaron colgando qué cosas podés sospechar y de cuáles no tenés idea. En el próximo!

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Horangel vs. Adam Smith

En un post anterior decía que los modelos no necesitan ser testeados. La reacción fue de franca suspicacia, todo hay que decirlo. Nico me respondió que falta la pata empírica, y es cierto. Otros se preguntaron dónde están las predicciones, y me gustaría decirles, también es una preocupación que comparto.

Me gustaría ahora avanzar por la retaguardia y mostrar donde no están las predicciones, y antes diferenciar un poquito entre predicciones y algo que se les parece pero nada que ver.

 1-Profecías y predicciones

Llamemos profecía a lo que hace Horangel. Te dice:

“Dentro de tres años vas a conocer a alguien muy importante en tu vida”.

Fíjense que en su pronóstico no hay condiciones: pase lo que pase con el mundo, vas a conocer a esa persona y sanseacabó.

Esta clase de pronósticos no es algo que caracterice a la ciencia. Aquí suele haber más bien otro tipo de enunciados, del tipo

“Si se dan las circunstancias A y B, entonces sucederá C”.

Acá no te dice que vas a conocer a alguien pase lo que pase, sino en caso de que se den las condiciones A y B. Podría por supuesto no suceder. Y entonces las predicciones son condicionadas.

Quien haya leído al gran Popper recordará aquí la diferencia entre profecías y predicciones, entre Horangel (y Marx, si Popper tiene razón) y el conocimiento científico.

En los modelos económicos suele haber “leyes” y ellas junto a condiciones iniciales dan lugar -en la explicación popperiana ortodoxa- a una predicción. Pero esto es realmente así? Hay predicciones en economía? Yo creo que sí, y antes de defenderlo me gustaría mostrar las razones para pensar lo contrario.

 2-Tributo a Adam Smith

Recordemos a Adam Smith. El vio un fenómeno que es habitual, algo que todos damos por sentado, y lo presentó bajo una nueva luz. Sigue leyendo

Democracia: Gobierno del Pueblo vs Gobierno de las Leyes

No es economía, ni epistemología. Esta (breve) entrada es acerca de algo que podríamos llamar “teoría política”, ignota provincia del extenso Reino del Conocimiento, al menos para quien esto escribe. Me gustaría defender lo siguiente: existen dos conceptos muy diferentes, y quizás antagónicos de “democracia”. Mirá vos. El dualismo alisa la pista de baile para que entren a tayar los fantasmas cartesianos de la Ambigüedad y -fatalmente- la Incomprensión, que se galantean en una danza macabra mientras los de afuera nos peleamos por su causa. Bueno, a ver si se entiende:

Democracia quiere decir gobierno del pueblo, para muchos, y esta concepción tiene méritos etimológicos evidentes. Quienes la tienen en la cabeza, dan en pensar que la fuente de legitimidad de los gobiernos es única o exclusivamente el voto de las mayorías. Chávez era -en este sentido- un gran demócrata, porque obtuvo (sin duda, merecidamente) el apoyo creciente del electorado. Llamémosla “democracia popular”.

Pero a este concepto de Democracia se le pegotea otro, muy diferente, al que podemos llamar “democracia liberal”. Aquí la democracia es concebida como un sistema de organización política diseñado no para satisfacer a las mayorías, sino para proteger los derechos de las minorías. Protegerlas de la fuerza aplastante de las mayorías, increíblemente.

Estos dos conceptos de Democracia estén hasta cierto punto en pugna, y explica en parte la rispidez de las discusiones políticas en una parte importante de latinoamérica.

Dos preguntas

La Democracia Popular responde a la pregunta “cómo podemos hacer que las mayorías, que han sido explotadas secularmente por los poderes fácticos, mejoren su condición”, mientras que la Democracia Liberal se pregunta “cómo podemos hacer para que se respeten los derechos de las minorías, siempre bajo riesgo de ser aplastados por la Bestia del gran número”. 

Los mal llamados (a mi entender) Padres de la Democracia tenían en mente el segundo problema, hasta donde mi capacidad de lectura de mentes alcanza. Y lo resolvieron de la manera conocida: para limitar el poder forjaron un complejo sistema de contrapesos, y establecieron leyes a las que incluso aquellos conductores idolatrados por las mayorías tuvieran que sujetarse. Razonaron que la concentración del poder político es una bestia de temer, y que vale más llenarla de cadenas que dejarla activamente perseguir el bienestar de las mayorías en detrimento del individuo.

Quienes tienen en mente el primer tipo de Democracia, consideran que la piedra de toque se cifra en las elecciones, y que el apoyo mayoritario es la fuente de legitimidad indiscutible. El conductor político es aquel capaz de aglutinar las voluntades de las mayorías, y su probidad se mide en relación a lo que es capaz de brindarle a las mayorías que han confiado en el. Es por eso que su tarea se focaliza en favorecerlas activamente, incluso si para ello hay que pasar por encima de ciertos grupos de poder. 

Los primeros suelen ser acusados por los segundos de “populistas”, y los segundos de “neoliberales” o conservadores, por los primeros. Independientemente de quién pueda tener razón, sea lo que sea que esto signifique en este contexto, parece claro que el término “democracia” no es unívoco. 

Hay tensiones internas de la democracia occidental: la igualdad que pone en el centro la Democracia Popular parece generar costos en la libertad que privilegia la Democracia Liberal, y viceversa. En política, como en economía, parece no haber almuerzos gratis…

La maldición de la Astronomía

El improbable éxito predictivo de la astronomía -ponéle, el eclipse que en 1919 dio un espaldarazo a la teoría de la relatividad de Einstein-, impulsó el nacimiento de una epistemología forjada para explicarla por una parte, y nos legó una imagen de la ciencia particular por la otra.

Muchos economistas dieron en pensar que la imagen de la ciencia retratada por la epistemología para el caso particular de la astronomía, era general. Hay economistas que creen incluso que su tarea consiste en saber de antemano -predecir- cuál va a ser el efecto de ciertas medidas en el mundo real, de la misma manera en que Einstein supo de antemano el efecto que era esperable observar en 1919.

Y sin embargo, podría no ser así. Los modelos económicos podrían no ser instrumentos de predicción a la manera de las teorías astronómicas.

La economía fracasa. No hace falta esgrimir excusas a nivel ontológico para los disparates a los que nos somete regularmente. En lugar de tocar el objeto de estudio, quizás podamos rever el significado de la predicción, y las diferencias entre las teorías y los modelos en la búsqueda de respuestas menos ñoñas.

La economía de modelos tiene algo para decirnos del mundo real, sostengo. Pero para escucharla hace falta nuevos instrumentos, y quizás oídos nuevos, unos que no estén inficionados por los deletéreos efluvios astronómicos.

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Un modelo astronómico no es un modelo económico

Los modelos no necesitan ser testeados

Un modelo es igual que un experimento -al menos en un aspecto.

La visión tradicional recorta el mundo de la ciencia en Teoría (en sentido amplio, todo lo que hacemos con lápiz y papel) y Realidad. Teoría y Realidad son muy diferentes para un empirista. La primera la inventamos, la segunda la padecemos, y en general no tenemos el mismo grado de control sobre ambas.

Como especie, podemos generar un montón de teorías, algunas de ellas medio locas. Pero la realidad –o como a Popper le gustaba decir, el Tribunal de la Experiencia- dictamina luego cuáles de ellas se ajustan provisoriamente y cuáles deben ser rechazadas sin más. Aléjense guarras. Como los modelos forman parte del mundo que inventamos nosotros con lápiz y papel, si bien somos libres de construirlos, debemos someterlos tarde o temprano al famoso tribunal.

Sostengo que la visión está mal. Lo voy a poner más claro, para que todo el mundo identifique la idea y pueda salir apalearla con la energía adecuada: los modelos no necesitan ser testeados. Son ellos mismos el testeo de una idea. En este aspecto modelos y experimentos coinciden.

Pero para captar esta idea se necesita remover algunas piezas de la pesada metafísica occidental que se forjó en los altos hornos del iluminismo. Y usar menos metáforas, en aras de la claridad. En fin, veamos. Sigue leyendo

Krugman: “Los Bancos Centrales son responsables de la inflación”

Por supuesto el *temita* de las causas de la inflación tiene connotaciones políticas. Si la inflación es causada por la emisión monetaria del Banco Central, entonces es responsabilidad del mismo controlarla, y los políticos tienen la culpa, mal que les pese. Si por el contrario, la inflación es un fenómeno real, causado por empresarios codiciosos, o estructuras oligopólicas, o puja distributiva, la responsabilidad de quien esté circunstancialmente a cargo de la política se diluye bastante. Es esperable entonces un sesgo entre quienes detentan el poder: les caen más simpáticas la segunda clase de teorías.

Krugman se escribe con K

Independientemente de quién pienses que tiene razón en este singular debate, cuya mera existencia nos coloca en un lugar exclusivo entre las naciones del Mundo Civilizado, es sorprendente que se haya pensado en colocar a Krugman en el segundo grupo.

Mi falible reconstrucción es la siguiente. Sigue leyendo

Modelos y otras yerbas

La epistemología popperiana puede llevar a una terrible desorientación.

Al menos eso fue lo que me pasó a mí. Cuando empecé la Carrera de economía, venía con mis relucientes armas epistemológicas entre los dientes, dispuestos a desbrozar el campo. Abran cancha, vacas. Quería ver hipótesis, teorías, predicciones, y cosas así. Quería evaluar teorías y azotarlas impúdicamente ante el tribunal de la experiencia, hasta que las peores desaparezcan. Era, claro, joven y popperiano, enfermedades que se curan con el tiempo. Bueno, algunas al menos.

Ninguna de mis ideas preconcebidas llegó a buen puerto. En las clases no veía osadas hipótesis, ni teorías bien formadas esperando alegremente rendirle pleitesía a la experiencia. Pardiez, pensé. O la economía no es una ciencia, o la epistemología popperiana está errada, o el mundo es un lugar amplio y más complejo de lo que yo pensaba.

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